domingo, 14 de agosto de 2011

Si de cambiar el eslogan patrio se trata...


Patria y Concordia


E
n estos días en los que su majestad de las tinieblas hizo en Venezuela salir a la carrera a  algunos a cambiar el eslogan de la patria, hubiese sido muy oportuno que estos artífices de la comunicación masiva se hubiesen topado con uno de los libritos que era lectura obligatoria en mi primer año de bachillerato realizado por allá a comienzos de los 60 del siglo pasado en mi recordado, bien amado y hoy, física y moralmente destruido Liceo Pedro Gual de Valencia, –estado Carabobo, para evitar equívocos con otras urbes mejor dotadas pero con la misma toponimia-.   Se trata, simplemente, de que hubiesen tenido a la mano uno de los escritos de quien está nutriendo por estos días algunos de mis repasos de lecturas patrias.  Y se trata de una pieza intitulada “La concordia nacional”.   En la misma, el ilustre don Mario Briceño Iragorri escribía, el 26 de noviembre de 1952, lo siguiente:
“…he levantado yo la voz para pedir fórmulas que acerquen a los hombres de Venezuela. Es absurdo y criminal mantener el estado de división que devora a la República, cuando los mismos hombres que se destrozan entre sí se ven continuamente forzados a la relación común en el curso diario de la vida. Más que una Venezuela visible en la acción de los que ordenan a su arbitrio y una Venezuela invisible en el dolor de los que sufren la arbitrariedad, estamos viviendo la duplicidad criminosa de traicionar nuestros propios instintos de amistad en aras de un provecho material o de un prestigio pasajero…” 

He allí que, en el título de esta casi sexagenaria referencia, creo haber encontrado la palabra clave, mis estimados diseñadores de propagandas. La palabra mágica que encierra el verdadero clamor de quienes han trabajado y se han procreado para profundizar, con empeño orgulloso, en la construcción de una patria moderna, capaz de codearse con las más creativas, productivas, equitativas y libres del mundo, antes que con los enclaves del horror, la muerte y la desidia como lo representan hoy naciones como Siria, Libia, Zimbabue, Bielorrusia, –para nombrar tan solo a las más lejanas a nuestro continente- y que penosamente nos adornan.
Así, haciendo recurso a la natural elipsis que me evita reescribir el tag line que desde hace ya algunos años se apoderó de nuestros cuarteles y de muchas –o todas, no sé- de las instituciones oficiales, y que hoy andamos a la carrera tratando de enmendar, por no decir borrar, voy a cerrar esta puntada con una simple recomendación o petición:
¿Por qué no nos atrevemos a adoptar el más simple y deseado de los eslóganes posibles en este crucial momento que nos toca vivir como país, cual sería, simplemente:
“PATRIA Y CONCORDIA”?
Allí lo dejo, como sugerencia y modesto homenaje al libre pensador e iluminador temprano de mi alma patria, Don Mario Briceño Iragorri.

domingo, 7 de agosto de 2011

EL SENTIDO DE LA RESPONSABILIDAD

De los rasgos necesarios y deseables en la 
Venezuela que aspiramos


En los últimos tiempos, estoy teniendo la fortuna de contar con suficiente espacio y disposición para revisar algunos viejos libros de mi biblioteca que, en razón a prioridades establecidas muchas veces sin tanta razón o justificación, hacía tiempo no desempolvaba. Y resulta que compruebo, cada vez con más fuerza y con no poco asombro, cómo muchas de las cosas que hoy representan fuertes carencias, ya lo han sido en un pasado si se quiere no tan remoto.

Uno de los aspectos de la gerencia que siempre me he esmerado en resaltar y cuidar en cualquiera de las gestiones que me ha tocado realizar en mi vida profesional, es la necesidad de dar, a quien corresponda, el reporte cierto, sano y periódico de la responsabilidad que asumimos.  En términos simples y técnicos, siempre  resumí esta necesidad a mis colaboradores con una palabra que los no siempre simpáticos gringos emplean a ultranza en sus empresas –e inclusive en sus sencillos actos de vida cotidiana– que es el accountability. Esta palabra, –sin querer darle importancia sintomática al asunto-, si la buscamos en un diccionario traductor encotraremos que no tiene equivalente directo y exacto en nuestra lengua; no obstante, la conocemos y la aplicamos por la vía de una frase compuesta de las tres simples palabras castizas siguientes: rendición de cuentas; que no es igual pero se ajusta perfectamente a la idea. 

El hecho es que esta noche he vuelto sobre la obra del trujillano Mario Briceño Iragorri, y encontrado la referencia de una conversación suya con el ya para ese entonces ex-presidente López Contreras quien en 1937 hablaba de una "crisis de hombres" en Venezuela.   A lo cual, don Mario argüía a su amigo que, realmente, si podía hablarse de una crisis no era precisamente de gentes ni de capacidades en sí, sino que era ...de sentido de responsabilidad en los funcionarios públicos, muchos de ellos avocados, por falta de examen de sus propios recursos, al ejercicio de funciones en las cuales no les era posible dar rendimiento alguno...   y prosigue don Mario, y ya en el ensayo de donde extraigo esta historia, escrito en 1950 (*),  con unas palabras que parecieran escritas hoy mismo, 2011: ...Esta crisis sigue vigente, sin que haya visos de que pueda remediarse...

Son cosas de la historia. Sin embargo,  intentando someterla a cierta verificación empírica –aunque no científicamente sistemática-  me consigo que en muchísimos de los jóvenes talentos venezolanos con los que me ha tocado interactuar en mi reciente retorno a la vida universitaria, consigo que hay una energía especial y un talento dispuesto a actuar y a rendir cuenta de lo hecho.  Confieso que es algo que me energiza y me abre una ventana de esperanza en medio de esta situación llagada de malas noticias, desencuentros, fugas, muertes y demás síntomas necrofílicos.  Creo que hay un latir en positivo entre los más jóvenes; entre aquellos que están listos al bate.
A nosotros, los mayorcitos, nos tocará ayudarlos a que no cometan los errores rancios de los que está plagada nuestra historia, la reciente y la no tanto.

(*) Briceño Iragorri, Mario. (1972). Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo. Caracas. Monte Avila Editores.

sábado, 6 de agosto de 2011

LOS TOPES DE LO FACTIBLE


Piso y techo de la Democracia en Venezuela


C
onversaba anoche con un querido amigo acerca de un trabajo académico que pretendo realizar relacionado con el perfil ideal que deberíamos aspirar en un presidente venezolano.  Entre algunas otras cosas menos elocuentes, mi amigo, quien es un profesional de primera línea y gerente avezado, me hizo referencia a una anécdota de los primeros años del gobierno de Rómulo Betancourt, según la cual éste, en una cuenta con uno de sus ministros, quien le solicitaba apoyo para conseguir el financiamiento necesario para llevar adelante una de las grandes obras de infraestructura que se acometieron en aquel entonces,  le respondió muy airado a su colaborador, y, en medio de lo que parece fue un decidido regaño, le dijo al ministro, palabras más palabras menos, que se ocupara él mismo de buscar esos reales, que fuera a los bancos internacionales, a Washington o a donde quisiera, que hiciera su trabajo y que seguramente contaría con su apoyo, pero que no lo viniera a distraer en su delicada misión, la cual, no consistía en otra cosa que gerenciar el piso y el techo de la Democracia que apenas nacía. 
El ministro, sorprendido y apenado por haber importunado de tal manera a su jefe, musitó tímidamente una pregunta antes de retirarse, con el rabo entre las piernas producto del regaño, por un lado, aunque reforzado por  el otro, gracias al voto de confianza implícito en la amplia delegación que recibía de Betancourt.  Y dijo entonces, previo colocarse ante su boca la conveniente sordina:  Presidente, si no es mucho preguntar, ¿a qué se refiere usted con el piso y el techo de la democracia?
Betancourt, sosegado después de haber desahogado su incomodidad momentánea con el impetuoso llamando a botón que minutos antes le había hecho a su colaborador,  le explicó, con calma y proverbial pedagogía, que la democracia en Venezuela descansaba, descansaría, y sería sólo posible entre dos topes: El piso que le pudiera ofrecer un atinado y profesional manejo del negocio petrolero, y el techo que estuvieran dispuestos a concederle los militares.  Remató subrayándole que él, Betancourt, no tenía en mente realizar mucho más que esas dos grandes tareas, que eso sería suficiente legado. Todo lo demás, habría de delegarlo en la mejor gerencia disponible en aquel momento en el país: Los nombres de estos hombres están debidamente documentados; Betancourt ahora descansa, ojala que en paz.   A la vista de hoy,  ¿A quién podrá confiársele en un futuro cercano esta delicada tarea de gerenciar con éxito esos dos álgidos topes?

Nota: mi amigo no es ni nunca fue adeco.